Mientras el mercado descarta las humanidades de los currículums de las escuelas y universidades, la democracia agoniza con el resurgimiento de gobiernos autoritarios en todo el mundo.
La crisis climática, la inteligencia artificial, la guerra en Ucrania y Palestina, el regreso del antisemitismo, la islamofobia, son discusiones del Siglo XXI con mátices claramente humanísticos. Lo grave es que las sociedades de hoy no están preparadas para hacer frente a dichos desafíos; la falta de disciplinas que fomenten la conciencia crítica está abriendo la puerta a nuevas fuerzas antidemocráticas.
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Martha Nussbaum, filósofa estadounidense, ha advertido sobre los peligros de descartar las humanidades de las instituciones educativas. En su ensayo Sin Fines de Lucro defiende los estudios de historia, filosofía, literatura y arte, considerando la importancia que tienen en la formación de los estudiantes como seres críticos, rebeldes, sensibles y cero tolerantes a los regímenes. Habla de empatía, es decir, la capacidad de imaginar las dificultades del otro.
Sin humanidades no hay democracia. Solo una ciudadanía crítica, que cuestione a sus gobernantes y sepa tomar decisiones colectivas puede evitar la llegada al poder de gobiernos autoritarios. ¿Quién más que el ciudadano indignado, consciente e informado puede, por ejemplo, poner fin a la corrupción de sus dirigentes?.
Pero los sistemas educativos se han volcado hacia los intereses del mercado. Las disciplinas científico técnicas, ahora fomentadas a través del modelo STEM, acrónimo de science, technology, engineering and mathematics, están ganando la partida en un mundo cada vez más mecanizado.
En India, uno de los países más industrializados del mundo, se aprobó la eliminación de la asignatura de sostenibilidad ambiental del plan de estudios.
En 2019 el gobierno de Chile decidió eliminar del Plan Común Obligatorio las disciplinas de arte, geografía e historia en 3 y 4 grado.
En Colombia no nos quedamos atrás. La materia de historia desapareció durante más de 20 años de las escuelas.
Mientras tanto el gobierno de Javier Milei le pasa la motosierra al presupuesto de la educación pública de los argentinos, una infamia si se tiene en cuenta que hoy el 48% de la población de ese país, o sea, unas 20 millones de personas, viven en la pobreza, de acuerdo con cifras de la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires; negarles la oportunidad de educarse, de salir adelante, solo demuestra la indiferencia del mandatario con los más vulnerables. Por si fuera poco, Milei ha dicho que los contenidos de las universidades tanto públicas como privadas, léase bien: “están re contra rojos”.
Lo preocupante es que si como sociedad seguimos sin reconocer la importancia de las humanidades, será muy difícil salvar nuestras democracias. Sólo nos quedan los espacios disidentes; los barrios, las bibliotecas comunitarias, los conversatorios, los cafés; la promoción del arte y la cultura en los territorios más excluidos.
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Por: Mike Saportas Peláez
Instagram: @mikesaportas
Imagen: Mike Saportas Peláez
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