Transmilandia, la república independiente de Transmilenio, ubicada en Bogotá, pero con su propio gobierno, leyes y derechos.
¿Suena chistoso no? Creer que el servicio de transporte público de una ciudad se convierta en una nación aparte, pero cuando uno se sube a Transmilenio, todo toma sentido.
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Este servicio que lleva en operación más de 20 años y que fue aclamado como una excelente oportunidad a cambio de un metro, se ha convertido en la realidad del transporte de millones de capitalinos, y no solo eso, sino es una conversación recurrente frente a diferentes situaciones que suceden en la ciudad.
En Transmilenio, o Transmilandia mejor, hay reglas muy distintas a Bogotá, mientras que fuera de la estación todos cuidan a un embarazada, adentro no hay bebé que valga, sucede lo mismo con niños y adultos mayores.
Fuera de la estación todos cogen a los ladrones a golpes, pero cuando estás por pasar los torniquetes, no pagar el pasaje es un acto de rebeldía y lucha y no de vandalismo. Afuera la policía es la autoridad, pero dentro, terminan siendo los vendedores ambulantes quienes más saben del sistema y quienes gestionan más la ayuda a las personas que lo necesitan.
Antes de entrar a la estación todos son amables, guardan distancia y tratamos de respetar el espacio personal, pero adentro eso se olvida y todos son agresivos, entre más pegados mejor y aquel que es callado, aviva su voz para gritar «quitese y deje entrar»
Siempre he creído que la verdadera forma de conocer la idiosincrasia de Bogotá es subiendose a este transporte y lo confirmo cada vez que lo utilizo, pero ¿Por qué sucede esto?
Se supone que Transmilenio es vigilado por uniformados de la ciudad, que los buses tienen un sistema de cámaras vinculado con la estación principal de monitoreo de la ciudad, que cada estación cuenta con seguridad privada y gestores de convivencia, pero al final del día uno no ve eso, hay muchas estaciones donde los diferentes actores mencionados, solo están en una esquina hablando y, de verdad me gustaría decir que es inventado, pero si hago una encuesta a 100 personas, creo tener la certeza que al menos 99 dirán que tengo razón.
Además de esto, justo en estos días este sistema también se vio involucrado en una noticia de negligencia, pues el concejal Andrés Barrio denunció, que existiendo un presupuesto de 96 millones de pesos para la vigilancia y control de las 38.761 cámaras que tiene el sistema, solo cuatro personas las vigilan, hecho que podría significar el por qué la inseguridad del sistema, tanto así que el 40% de los usuarios se encuentran insatisfechos con el servicio.
Transmilenio es una tierra de nadie por más que el sector público privado siempre quiera sacarle provecho. Ahora, cuando está en crisis, cuando está en obra y cuando se espera el cierre de algunas de las estaciones más importantes de la troncal Caracas, Transmilandia será mucho peor.
Solo espero que el gobierno escuche el llamado y haga algo para evitar que esto salga de control.
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Por: Paula Andrea Porto Tavera
Instagram: @paulaportocine
Imagen: Archivo de imágenes
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