Tras su derrota en las elecciones presidenciales pasadas, Donald Trump y sus seguidores han recurrido las teorías de conspiración para desacreditar los resultados que dieron ganador a Joe Biden.
Múltiples reportes sin fundamento de sectores conservadores son amplificados por portales de noticias afines a Trump y el republicanismo, como Fox News, en los que se indican que lotes de balotas con votos para Trump fueron desechadas o que los demócratas manipularon votos de personas muertas para ganar en estados clave de esta elección.
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Esto no es de extrañar, pues es una de las tácticas favoritas de la administración Trump para evadir las críticas y establecer su agenda. Durante los últimos cuatro años, el presidente saliente ha comulgado historias como que el calentamiento global es una farsa, que Osama Bin Laden no fue asesinado y que los demócratas hacen parte de un grupo satanista y pedófilo.
El periodista de The Guardian, Sam Thielman, describe esta teoría en particular llamada QAnon asi: «…es una teoría conspirativa que presenta a demócratas de alto nivel, personalidades de los medios de comunicación y estrellas de cine como un grupo de satánicos caníbales pedófilos que cosechan un químico especial llamado adrenocromo de los cerebros de niños temerosos, a los que devoran. Una resistencia secreta a este equipo de supervillanos está siendo liderada por Trump, según la teoría. El jefe de QAnon es “Q”, una persona, o, más probablemente, unas cuantas personas, que publica anuncios en diferentes webs».
Por extraño que esto suene, hay una amplia base social convencida de las historias más locas que se replican en internet. Desde que llegó Trump a la Casa Blanca, la información y la credibilidad de los medios liberales fue desestimada y reemplazada por ese fenómeno llamado post verdad. No importó durante mucho tiempo que el presidente dijera flagrantes mentiras en medios nacionales, los portales conservadores las amplificaban y los de oposición, aunque tuvieran los mejores fact checkers, veían impotentes cómo información falsa tomaba el lugar de la verdadera.
Lo que pasó en esta elección, en una de las democracias más vigiladas y seguras del mundo, es muestra de la precarización de la opinión pública que no se encargó de mantener a raya al poder. Los grandes medios como CNN no se tomaron en serio la amenaza que fue Trump hace cuatro años y en gran medida eso permitió que su discurso populista y mentiroso creciera sin obstáculos.
El comediante y presentador John Oliver, famoso por su programa Last Week Tonight en HBO, se dio a la tarea de investigar las supuestas denuncias de fraude en las elecciones por parte de sectores conservadores. Durante su programa, mostró un reportaje estelar de Fox News sobre una denunciante anónima de Nevada, que vio supuestamente cómo unas personas que hacían parte de la campaña Biden Harris, abrieron unos sobres con papeles de votación en blanco frente a un centro de votaciones, en plena luz del día.
No obstante, el equipo investigativo de Olvier encontró que en Nevada no existe ninguna queja formal ante las autoridades electorales de ese estado que implique la información necesaria para iniciar una investigación formal. Es como si la denunciante solo quisiera que se supiera por los medios pero que no se tomara ninguna acción judicial en contra de la campaña del presidente electo. No habría razón para no denunciar si están las pruebas.
Lo que parece una mentira a todas luces tuvo un cubrimiento nacional en una de las más grandes cadenas de noticias conservadoras en horario estelar. Como dijo el mismo Olvier durante su segmento: “el equipo Trump está haciendo denuncias de fraude sistemático en público, pero hay una insignificante cantidad de denuncias formales en las cortes por parte de estas personas”.
Por ejemplo, en Michigan, una de estas denuncias constaba de 234 páginas con reclamaciones de observadores electorales del partido republicano que fueron desestimadas porque “no había evidencia suficiente” que sustentara la idea de fraude a gran escala. Algunas reclamaciones fueron desestimadas porque se quejaban de que “había personas en la sala de conteo de votos con camisetas de Black Lives Matter” o de que algunos contadores de votos se expresaban con desagrado cuando veían un voto por Donald Trump. En ambos casos, solo son expresiones sobre el proceso democrático, no un intento por desestabilizar una elección de forma sistemática.
las teorías de conspiración por lo general no son peligrosas, pero cuando el presidente de una de las potencia mundiales cree activamente en ellas, su política reflejará sus creencias y esto podría tener grandes consecuencias. Al negar el cambio climático y, en consecuencia, retirarse del Acuerdo de París, Trump permitió activamente que las industrias estadounidenses más contaminantes tuvieran vía libre de seguir desarrollando sus modelos de negocios de formas no sostenibles, a costa del medio ambiente y el futuro de las próximas generaciones.
Por esta razón importa que se elijan personas que sean capaces de cambiar de opinión cuando se les presenta evidencia fundamentada, que escuche a expertos en temas que no dominan y esté interesado en informarse más que en desinformar. En el mundo en el que vivimos, es normal que las personas necesiten creer en algo, pero si ese algo son políticos como Donald Trump, tendremos que luchar contra la desestabilización de la democracia.
Por: Jorge Iván Parada Hernández
Instagram: @jiparadah
Imagen: Prensa Latina
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