Desde hace algunos años he aprendido a ser consciente de la salud mental propia y de la de aquellos que me rodean, pero esto no se debe a que en el colegio me hayan hablado de este tipo de salud, o de que en mi casa haya una cultura de cuidado mental, la verdad es que si he caído en cuenta de la misma, es por los casos de suicidios que se han presentado en el país, pues cada que muere alguien siempre salimos a decir “la salud mental es importante”, “si no tienes con quién hablar, acá estoy yo”, “no tomes decisiones sin antes pensar bien”.
En el mes y medio que lleva el 2020, en Colombia ya se han presentado ocho casos de suicidio, cuatro de ellos en Bogotá; además, en la ciudad de Cali, los bomberos en solo los primeros 31 días del año atendieron 11 personas que intentaron quitarse la vida. Estos datos muestran que en nuestra sociedad se está presentando una grave falta de atención a la salud mental, pues según las cifras, los casos de suicidio corresponderían a 1.5 por semana.
Cada vez que veo una noticia de suicidio y empiezo a leer las mismas imágenes de siempre en redes sociales, que invitan a la gente a hablar de sus problemas, me acuerda a un momento en mi vida en el cual no es que no haya querido hablar de mi situación, sino que no podía hacerlo. Muchos juzgan al oncólogo de la clínica Country que decidió acabar con su vida el 21 de enero, o al joven de la EAFIT que lo hizo el 6 de febrero, o el más reciente, un hombre que se lanzó del puente vehicular del Aeropuerto El Dorado el 7 de febrero; algunos dicen que por qué no hablaron o buscaron ayuda, que sus decisiones son egoístas, o peor aún, que se irán al infierno; pero acá no se trata de juzgar a las víctimas de la poca atención a la salud mental que se presta en el país, sino de entender por qué están pasando estos casos y qué podemos hacer para salvar a aquellos que pueden estar en camino a tomar esta decisión.
En Colombia estamos acostumbrados a oír que ir al psicólogo es estar “loco”, que la depresión es algo que se quita saliendo y compartiendo en familia o con amigos, que para qué pedir ayuda en algo que pasa con el tiempo; y la verdad es que esto es lo peor que uno puede hacerle a la salud mental propia y a la de alguien que pide ayuda, porque hay momentos en la vida en que es tanta la presión y el desespero que uno quiere encontrar una luz que lo guíe, pero cuando la busca le dicen que “eso es puro show, que madure y más bien mire que hace con su vida”.
El primer paso que normalmente hacen las personas que se encuentran mal y que necesitan ayuda psicológica, es hablar con amigos o familiares, pero está mal creer que solo con escuchar o desahogarse ya todo va a mejorar, a veces no sirve ser el hombro en el cual llorar o ser el amigo que siempre tiene oídos para cualquier problema, la verdad es que si uno quiere hacer algo por esa persona que está pasándola mal, lo mejor que puede hacer es apoyarlo y ayudarlo a buscar un profesional que sí sepa orientarlo; infortunadamente en algunas ocasiones el primer paso no sirve para nada, pues solo se reciben los comentarios que mencioné anteriormente, entonces uno recurre a internet, uno busca ayuda en algún grupo de personas que vivan la misma situación, de pronto y hasta hace un test para saber si realmente necesita ir al psicólogo o no; dependiendo de esto y de qué se encuentre, uno recurre al tercer paso, llamar a su EPS o buscar acompañamiento psicológico en la universidad o colegio con el fin de afrontar su problema, pero es acá cuando todo sale mal, pues por experiencia propia, sé que buscar una cita con psicólogo en EPS puede ser agotador, y pagar uno externo… pues la economía no lo permite; y en el caso de buscar acompañamiento en las instituciones educativas, esto puede ser de ayuda, si se recibe a tiempo, pero en el país en el que nos da pena reconocer que estamos mal, que la universidad o el colegio se entere que voy al psicólogo, “uy que oso”; por último, el paso final al que se recurre es el de llamar la atención, pero sin querer esta atención a veces se llama con gritos ahogados que no llegan claros a aquellos que queremos que escuchen, o a veces sí llegan, pero no les hacen caso , y por eso terminan las historias con un fin trágico; y eso no quiere decir que se culpe a las EPS o a las familias que “no supieron reconocer las señales”, esto lo digo con el fin de que la gente entienda que no debemos esperar señales claras de un intento de suicidio o de una depresión, sino que siempre velemos, así estemos bien o nos sintamos bien, para cuidar de nuestra salud mental, para eso existen los psicólogos, ellos son nuestros mejores amigos cuando de la mente hablamos.
Yo también creo que el problema, más allá de la falta de atención o de la poca aceptación al cuidado de la salud mental, radica en que desde pequeños no se nos enseña a manejar nuestras emociones, a reconocerlas y aceptarlas; a veces los casos de suicidio son porque la gente no se acepta como es y tampoco sabe entender lo que siente, otros son porque el bullying o el maltrato superan nuestra propia autoestima, y en unos más es porque las personas tienen tantos problemas que no saben cómo salir de ellos, y por eso recurren a la muerte; pero cada uno de estos factores son prevenibles si desde que somos niños nos hablan del amor propio, de que no es “show” mostrar lo que sentimos, y lo que ahora llaman “la tolerancia a la frustración”; estoy segura que a un niño que se le enseñe esto, cuando se vea atrapado en alguna situación depresiva o problemática no sentirá pena en buscar ayuda y su familia intentará estar a su lado sin juzgarlo.
El hablar de las emociones y aprender a manejarlas debería ser igual de importante que aprender a manejar un carro, o aprender de matemáticas. A veces la verdad es que no estamos solos, a veces sí hay quién nos pueda ayudar, a veces nuestra familia no nos va a juzgar; pero si nosotros mismos no aprendemos a perder la pena de hablar de salud mental, y a entender que no debemos sentirnos culpables por estar tristes o sentirnos solos aun estando rodeados de personas, las cifras de suicidio seguirán aumentando en el país, serán cada vez más las noticias de personas que deciden quitarse la vida.
Mi mamá siempre me dijo que “todo en la vida tiene solución, excepto la muerte”, esta fue la frase que me sacó de la depresión, de la depresión que nunca quise hablar con nadie, pero que sentí; y así como yo habrá miles de personas que pasan por una situación similar, que no hablan por miedo, por pena o porque no quieren causar problemas, pero a todos ellos les digo “todo en la vida tiene solución” tratemos de buscarla antes de decidir que la única salida es partir de este mundo.
Por: Paula Andrea Porto Tavera
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