Un nuevo intento de robo en una panadería del norte de Bogotá, frustrado por un agente del CTI que usó su arma de dotación, vuelve a poner sobre la mesa una de las preguntas más urgentes: ¿hasta cuándo viviremos con miedo en nuestra propia ciudad?
La inseguridad ha dejado de ser una preocupación pasajera para convertirse en una constante que altera la vida diaria de los ciudadanos. Robos a mano armada, como este, son el reflejo de un problema que no se resuelve con medidas inmediatas o soluciones a corto plazo. ¿Es normal que comerciantes y ciudadanos deban confiar más en un golpe de suerte o en la acción fortuita de un agente armado que en un sistema de seguridad que realmente funciona?
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El uso de armas en estas situaciones, aunque efectivo en ocasiones, también nos lleva a reflexionar: ¿qué tan preparados estamos para manejar estas respuestas sin poner en riesgo a inocentes? Más allá de celebrar la valentía de quienes actúan en defensa propia, es imprescindible cuestionar por qué llegamos a este punto.
Si bien la labor de las autoridades es importante, está claro que necesitamos un enfoque más integral. Esto no se resuelve solo con más policías en las calles o armas en manos de agentes; se requiere una estrategia que abarque la prevención, la justicia y la construcción de un entorno más seguro desde la raíz.
Bogotá no puede acostumbrarse a vivir bajo esta sombra de temor. Las soluciones deben llegar antes de que la desesperanza nos haga pensar que la inseguridad es simplemente parte de nuestra cotidianidad.
¿Estamos realmente haciendo lo necesario para cambiar esto?
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Por: Daniel Felipe Carrillo
Instagram: @felipecarrilloh1
Imagen: El Espectador. Foto: @angelaserran
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