Todos, en algún momento, nos hemos quejado de la gente hipócrita, sin embargo, hay contextos en los que exigimos, sin darnos cuenta, que la sociedad utilice la hipocresía para hacerla pasar como cortesía.
Según la Real Academia de la Lengua Española, la hipocresía se define como “Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”; definición que conocemos bien, tal vez no en las mismas palabras, pero entendemos su significado desde muy pequeños, esto teniendo en cuenta que la hipocresía pareciera ser de las primeras palabras que se aprenden al hacer uso de consciencia.
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Hace unos días, en el programa de cocina MasterChef salió Pamela Ospina, la comediante causó amores y odios dentro de los participantes, como cualquier ser humano, sin embargo, su salida fue controversial porque otros dos compañeros, para ser exactos, el actor Aco y el cantante Tostao no quisieron despedirse de ella.
En redes sociales hubo quienes los trataron de groseros, de prepotentes y de malos competidores al no sentirse por la salida de la comediante, sin embargo, quienes ven el programa saben que entre ellos no había una buena relación; hecho que se dejó entre ver cuando Aco dijo que no lo hicieran despedirse de ella ya que no le nacía hacerlo.
Muchos creen que un saludo o un adiós no se le niega a cualquiera, que a través de estos actos se ve la cortesía de una persona, que negarse a eso es como negarse un vaso de agua, y no los culpo, así fuimos criados la mayoría de nosotros. Se nos enseñó a saludar al familiar que no queríamos, al amigo de nuestros padres que, si acaso habíamos visto una vez y que no nos causaba interés, o a cualquier persona que se creyera con el derecho de saludar a un niño en la calle; y en caso de no hacerlo, se armaba el escándalo del siglo porque “qué niño/a tan grosero/a”, “los padres no les enseñan modales ahora”, “cuando sea grande va a ser un asolapado/a”.
A raíz de este comportamiento aprendido se nos enseñó que debíamos ser corteses en cualquier circunstancia y que, independiente de nuestros sentimientos hacia alguien, siempre debíamos saludar o despedirnos. Hecho con el que estoy en desacuerdo.
Volviendo al párrafo anterior en que definía qué era la hipocresía, el hecho de obligarse a uno a saludar o despedirse de alguien que a uno no le nace, es un acto hipócrita escondido bajo una falsa cortesía social.
La sociedad nos acepta ser hipócritas cuando conviene, cuando hay que mostrar que nos criaron bien, cuando hay que caer bien ante x o y persona, pero cuando se es por consciencia propia y no por presión social, ahí ya la situación es diferente y se tilda a la gente como mentirosa, falsa y poco confiable.
En mi caso, a mí jamás me obligaron a saludar a nadie que no quisiera, pues un niño no tiene la obligación de saludar a quienes no se han ganado su cariño o, al menos su respeto, sin embargo, sí aprendí que a todo lado que llego debo decir hola y adiós, hecho que conservo hasta el día de hoy.
A todo lado donde voy saludo, pues sí soy cortés, pero si con los días, en ese espacio hay alguien con quien no logramos congeniar, yo no me siento en la obligación de saludarlo o despedirme, porque honestamente prefiero quedarme callada que darle un saludo cargado de sentimientos que no corresponden, para mí, es mejor que cada quien esté tranquilo, y no que, por medio de mis palabras, le mande mala energía que ni esa persona ni yo tendríamos por qué cargar.
Cuando expongo este pensamiento ante las personas muchos me tildan de grosera, pero es que pienso igual que Aco, por qué uno tiene que ser hipócrita, por qué uno tiene que hacer cosas que no le nacen, créanme que uno vive más tranquilo cuando aprende que es mejor callar que hablar sin sentir lo que se dice.
Recuerdo mucho en el colegio que una amiga muy cercana a mí tenia un novio al que yo no soportaba, simplemente su personalidad y la mía jamás lograron acoplarse y es una realidad, hay gente en el mundo con la cual uno no logra una sana convivencia. En aquel entonces era tonto tapar el sol con un dedo y negar que ninguno de los dos nos caíamos bien, por los motivos que fueran.
Desde que lo conocí a él entendí muy bien que no a todos se saluda y no a todos se despide, porque cada vez que lo hacíamos se notaba tanto la hipocresía y el fastidio en nuestras palabras que lo único que lográbamos era amargarnos la existencia a ambos; en el momento en que dejamos de hacerlo todo cambió, él podía convivir con mi grupo, pero cuando ya entendíamos que no fluíamos y que no debíamos obligarnos a ello, pudimos estar en el mismo espacio sin tanto conflicto y sin tanta tensión.
No me malentiendan, muchos dirán que entonces uno no saluda y no se despide y entonces es un desalmado que en caso de que le pase algo a esa persona uno no se va a doler, de hecho, sí, una cosa es cómo uno se lleva con alguien y otra es el lado humano que nos permite empatizar con las tragedias o alegrías del otro.
Estoy segura que a Aco y a Tostao sí les impactó la salida de su compañera, tal vez esperaban otro resultado, o simplemente entienden que salir de esa competencia es difícil para quien la vive, sin embargo, eso no tiene por qué ser motivo suficiente para llorar su ausencia cuando todo el tiempo se recalcó que su presencia, en la vida de ellos, no era tan primordial como en la de los demás.
Con todo esto quiero dejarle como reflexión que seamos más realistas, dejemos de lado tantas concepciones dañinas de bondad y maldad, de respeto e irrespeto, no sin antes aclarar que no me refiero a esto como los valores básicos de una sana convivencia, sino al sentido de seguir culpando a alguien porque nos saludó o no, porque nos quiso sonreír en el ascensor o quien nos dirigió una mirada de cariño en las escaleras; dejemos de culpar al mundo por no sentir lo que nosotros sentimos y entendamos, de una vez, que es más sano aceptar nuestras emociones como son y no estar escondiéndolas para encajar en una sociedad que luego te culpará por haberlo hecho.
Recuerden, se vive más tranquilo cuando se aprende que callar es mejor que hablar sin sentir lo que se dice. Que todo lo que salga de nuestras bocas sí tenga la energía correcta para que no estemos esparciendo malas vibras a otros por culpa de nuestra hipocresía socialmente aceptada.
Por: Paula Porto
Instagram: @paulaportocine
Imagen: Pexels
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