En los últimos años, el término TDH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) ha tomado fuerza, con él se ha podido justificar algunos “malos comportamientos” de niños y se ha empezado a abrir el pensamiento frente a las enfermedades mentales que los menores pueden presentar desde temprana edad.
El TDH es actualmente uno de los trastornos mentales más comunes en niños, tanto así, que hay casos en que, sin estudios realizados, las personas empiezan a dictaminar que un menor lo padece por ciertas acciones, sin embargo ¿es mal comportamiento o TDH?.
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“Eso del TDH es moderno, en mi época lo trataban con un par de palmadas y salía”, este tipo de frases son comunes de escuchar cuando se habla de que un niño padece del trastorno, y aunque dolorosa, resulta ser cierta. Años atrás, cuando todavía no se había empezado a hablar abiertamente de la salud mental, muchas personas con déficit de atención e hiperactividad fueron juzgados como personas “malcriadas” y “pataletudas”, cuando en realidad, sus acciones solo eran un reflejo de una condición mental que no podían controlar.
Sí, los niños tienen comportamientos que pueden ser groseros y que necesitan ser corregidos; sí, hay casos de conducta que están muy distantes de ser TDH y no pueden usar la enfermedad para escudarse; pero no significa que esto deba minimizar la enfermedad y creer que, cuando un niño tiene una pataleta o le cuesta concentrarse, simplemente es por “falta de carácter” de su familia.
Probablemente todos nos hemos cruzado con un menor con TDH y, sin saber, lo juzgamos a él y a sus padres por los comportamientos tan exagerados que tiene y las reacciones emocionales tan descontrolados que molestan a todos a su alrededor, pero en realidad esto es un grave error.
Debemos dejar de pretender que todo se soluciona a punta de gritos y golpes, que la pataleta de un niño es solo un reflejo de una mala crianza y que sus reacciones emocionales solo son por llamar la atención y más bien empecemos a ponernos en los zapatos de la familia que lidia con un niño con TDH.
Hay que aclarar que ellos tampoco son mártires y que por su condición debemos excluirlos o tratarlos diferente, pero sí debemos ser más empáticos y aprender a no juzgar a las familias que a veces tienen problemas para controlar a sus niños.
Cuando veamos la pataleta de un menor, en vez de hacer mala cara, comprendamos que detrás de ella puede haber una condición de salud que sobrepasa al niño y a su familia, también debemos propender por no hacer mala cara y empezar con comentarios sobre cómo nosotros jamás permitiríamos eso y que esos padres son malos padres por no poder controlar a su hijo.
Empecemos a tener empatía por los demás y a pensar más allá de solo “todos esos gritos son por llamar la atención”, pues piensen en cómo se sentirían ustedes si todo el tiempo tuvieran una energía incontrolable en el cuerpo y no pudieran expresarla al mundo porque ellos no la entienden ¿suena frustrante no?, eso es lo que un menor con TDH siente y créanme, ellos no gritan o se comportan histéricos solo porque sí, sino porque sus emociones son tan poderosas que los sobrepasan y, en ocasiones, nosotros como adultos no somos capaces de comprenderlos porque se nos olvidó ser niños.
Sí existen los malos comportamientos en los niños por falta de guía en ciertos momentos del desarrollo, pero también existe en TDH y es una realidad actual, así que, de ahora en adelante, los invito a que no juzguen a los menores que tengan reacciones exageradas y dejemos de encasillarlos como “niños buenos o malos” por este tema, pues detrás de él puede haber otro contexto que no conocemos y que significa más que solo el momento incómodo que podamos pasar con ellos.
Por: Paula Andrea Porto Tavera
Instagram: @paulaportocine
Imagen: Página web FDA
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